La región de Pantanal, en Brasil, sufre incendios que ya han consumido al menos 17.000 kilómetros cuadrados. La extensión y velocidad con la que se propagan las llamas asusta a quienes vigilan la región.

 

 

Fuente: Biobio Chile

Aterradora y sin precedentes: así describen los que conocen y vigilan el Pantanal brasileño la situación en la región, castigada desde hace meses por incendios recurrentes.

Tan solo en 2020, el fuego ya ha consumido 17.500 kilómetros cuadrados de bosque, lo que equivale a casi el 10% del área total de uno de los humedales más importantes del mundo.

Desde 1998, cuando el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe) inició el monitoreo de las quemas en el Pantanal, nunca hubo tantos puntos críticos entre enero y agosto como ahora.

En concreto, se registraron 7.727 hasta el 18 de agosto, un aumento del 211% respecto al mismo período en 2019.

El incendio en el Pantanal no ha perdonado ni siquiera a los animales que lograron escapar a tiempo de las llamas: cadáveres de caimanes, monos, serpientes y tapires carbonizados conmocionan a quienes laboran en la región.

“La extensión y la velocidad con la que se propagan las llamas es aterradora”, dijo Felipe Dias, director ejecutivo del Instituto SOS Pantanal.

Los daños materiales y el impacto en la vida natural aún se están evaluando.

“El problema es que el incendio ha sido recurrente. Normalmente no regresaba a una región afectada. Lo que vemos ahora es que los incendios son recurrentes en las mismas regiones”, agregó.

Esta riquísima reserva de la biósfera – reconocida por la Unesco – alberga cientos de especies, entre ellas la anaconda amarilla, el jabirú o tuyuyu (el ave símbolo del Pantanal) y la nutria gigante.

Además, es el hogar del jaguar del Pantanal, el mayor felino de América con un peso de hasta 200 kilos, considerado en peligro de extinción.

Acción humana

“Históricamente, la movilización de organismos oficiales para combatir el fuego comienza en julio. Pero este año hemos estado combatiendo desde febrero, tratando de evitar que las llamas lleguen a áreas protegidas e incluso escuelas”, comentó a DW Angelo Rabelo.

En la década de 1980, el hombre implementó la Policía Ambiental de Corumbá, Mato Grosso do Sul, y fundó el Instituto Homem Pantaneiro.

Iniciado según los monitoreos en más del 90% de los casos por acción humana, el fuego encuentra un bosque seco y robusto que funciona como un poderoso combustible.

“Ya todo está muy quemado y el fuego aún no ha terminado. Estamos esperando que llegue una gran lluvia”,afirmó Neiva Guedes, investigadora y presidenta del Instituto Arara Azul, en Campo Grande, Mato Grosso do Sul.

Los indicios de que esta sería una temporada severa comenzaron en febrero, una época en la que el Pantanal debería estar cubierto por agua.

La zona está influenciada por los ríos que drenan la cuenca del Alto Paraguay y que, cuando se desbordan durante la época de lluvias, de noviembre a mayo, inundan hasta dos tercios del llano.

“Estamos en un año extremadamente seco, poca lluvia y, en la mayoría de los ríos, no hubo inundación. A esto se suman temperaturas muy altas”, comentó sobre la catástrofe Danilo Bandini, investigador de la Universidad Federal de Mato Grosso do Sul (UFMS).

Refugio amenazado

En un humedal de difícil acceso en Mato Grosso, los alrededores del refugio de las guacamayas azules siguen en llamas.

El santuario, un área llena de bocaiúvas, una especie de palmera, alberga al 20% de la población de aves del Pantanal.

“El refugio es un lugar único”, aseguró Neiva Guedes, quien ha estudiado a las guacamayas azules durante tres décadas.

“Sentimos que nuestra propia piel se está quemando”, señaló sobre el impacto de la situación actual.

La quema, que habría consumido el 70% de la finca donde se ubica el refugio, afecta grandemente a la especie.

“Nidos con huevos y polluelos se pierden, hay mortalidad por humo, calor, estrés de los padres “, alertó Guedes.

Y las repercusiones durarán. “A medio y largo plazo habrá escasez de alimento, de agua. La depredación de jóvenes y adultos aumenta porque hay escasez de alimento”, explicó la investigadora.

Las conclusiones provienen de la experiencia de 2019, cuando el incendio destruyó parte del Refugio Ecológico Caiman, en Miranda, Mato Grosso do Sul, y alcanzó nidos de guacamayos.

De propiedad privada, la finca desarrolla tres actividades: ecoturismo, conservación e investigación ganadera.

Pese a que está fuera de la lista brasileña de especies en peligro de extinción desde 2014, la guacamaya azul es considerada una especie vulnerable en la lista internacional.

Poca protección

Los ríos que bañan el Pantanal están siendo cada vez más afectados por la agricultura y la ganadería.

“El uso y ocupación del suelo tiene una gran influencia. En los últimos años, la situación puede verse agravada por la llegada de muchas fincas agrícolas”, analizó José Marengo, investigador del Centro Nacional de Monitoreo y Alerta de Desastres Naturales (Cemaden).

Además de la deforestación en el propio bioma, la destrucción del bosque en la selva amazónica también influye en el régimen hídrico del Pantanal.

Lo anterior porque parte de la lluvia proviene de la humedad de la Amazonía a través de los llamados ríos voladores.

Con todo, hasta que finalice la estación de secas, las expectativas son sombrías.

“Contamos con la reducción de algunas especies. Muchas de ellas ya están amenazadas y el incendio actual puede tener el efecto de empeorar el estado de conservación”, predijo Danilo Bandini, investigador de la UFMS.

 

 

Día Mundial del Agua


O.E. Recuerdan compromisos